Y estaba ahí, frente a mí. Me encontró justo en el momento en que preparaba mi discurso para cuando la viera, que justo comenzaba y terminaba en el mismo punto: “tómate todo el tiempo que quieras y cuando estés lista, por favor no vuelvas”. Quien hubiera pensado que la oportunidad para utilizarlo se iba a presentar tan pronto. ¡No lo podía creer!
Comencé a mover los labios y justo en ése instante mandé todo al diablo, pronuncié únicamente dos palabras: “tiempo y espacio”; y no hicieron falta más explicaciones, de repente todo estuvo claro.
Ahora estoy seguro de que siempre fue mía. Pero si no la hubiese dejado ir y regresar con total libertad, ninguno de los dos lo sabría.



Voy a olvidarme momentáneamente de esa expresión coloquial que reza “el burro de último” y tomaré a modo personal las palabras que utiliza la cantante colombiana Shakira en uno de sus versos: “Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo…
Y la verdad, cuando se trata de sentimientos es preferible empezar con los que conozco, es decir, los míos y dejar de último los que no entiendo, en éste caso los tuyos; aunque seguramente mezclaré ambos cuando intente definirlos.
Siempre he pensado que los seres humanos hacemos cosas muy estúpidas, por ejemplo: anhelar al hombre o a la mujer de nuestra vida para luego no querer vivir con él o ella, rogar por ésa persona de nuestros sueños y luego pretender no dormir ni despertar a su lado. Somos tan necios, tan inconformes, siempre ansiando lo que no tenemos en lugar de apreciar lo que ya es nuestro.
En mi caso lo confieso, estaba tan en desacuerdo con muchas de tus características o manías que preferí odiarte por encima de tus virtudes; colocar muros y kilómetros de distancia cuando estábamos a centímetros de cercanía, a milímetros de piel; cuando nuestro tiempo y espacio era lo mismo que señalar un reloj para hacer un estimado de las horas que pasaríamos en el interior de una habitación y no lo referente a separación condimentada con olvido y un toque de resignación.
A pesar de todo, hubo buenos momentos, lo admito. Asumo mi culpa pero no te absuelvo de la tuya. ¡Y vaya que la tienes! Si en lugar de haberme dejado e irte sin chistar, hubieses replicado o insistido, al menos si hubieses dicho un “¿por qué?”; era lo mínimo que podías haber hecho después de anunciar tantas veces un cambio que sólo se dio en tu vestuario, tu peinado y tu calzado. Y para nada, porque aquí pensando yo no te querría distinto, mejor sí, pero siempre el mismo.
¿Querrás perderme, en realidad vas a dejarme ir, te abrirás camino así de fácil y te alejarás de mí? No lo creo, mucho menos ahora cuando he logrado amarte por encima de tus defectos, que muero por escucharte decir “tiempo y espacio” y atarearnos contando los minutos e intentando encontrar un cuarto desocupado; conformarme contigo porque eres todo lo que necesito y no querer a más nadie porque sería inútil en otros brazos buscarte.
Te imagino en una escena muy a lo propia de unos versos de Pablo Neruda: “Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.”
Sin embargo, sé que tiendes a seguir el tipo de frase que reza: “Si amas algo déjalo libre. Si vuelve a ti es tuyo y si no, nunca lo fue.”; aun cuando estés rabiando por tragarte tu orgullo y robarme besos que después me vas a devolver. Pero, si ya estoy de regreso y te estoy dejando claro que ni loca renuncio a ti para que otra te contrate, ¿qué estás esperando tú para volver? Eso es lo único que no puedo entender.

 


 

Todo inicia cuando andas preocupada por conseguir a tu media naranja y la buscas hasta el fin de la Tierra como si a dos cuadras de tu casa no existiese una frutería bien aprovisionada.
Justo en el instante en que estás por desistir, aparece un supuesto príncipe azul de la nada a pintar como loco pajaritos preñados, quedas impresionada con tanto colorido y olvidas que en tu infancia pintabas con algo distinto al carboncillo. Llega el momento en que promete bajarte las estrellas, tú le crees con los ojos cerrados como si en la vida hubieras visto ciencias naturales y no te hubieran enseñado o no hubieras aprendido que en el viaje más notable que realizó el hombre al espacio, sólo se trajo un tarro de arena bajo el brazo.
Allí es cuando te dejas maravillar por cualquier cursilada, la más mínima cosa tiene sentido poético, le encuentras uso a una sarta de frases ridículas, y tras sentir el tan mencionado “revoltón de mariposas en el estómago” todo empieza a tener magia.
Das por ciertas las historias de amor eterno, confías en el infinito, aceptas de buen grado el “hasta que la muerte nos separe” y juras que tendrás un final feliz mucho mejor al de los libros. Te entregas en cuerpo y alma, ves fuegos artificiales en el cielo de tu cama y la vida a la que nunca le hallaste sentido, de buenas a primeras, cambia.
El mundo parece perfecto, pero el reloj avanza: Se apaga la explosión de hormonas que confundiste con insectos, te aburres de ver aparecer las mismas luces de colores bajo tu techo; entonces, uno de los dos decide hacerle honores al tic-tac que escucha y tomarse un tiempo.
De pronto, sin saber cómo ni por qué, mientras caminas para despejar la mente te topas casualmente con la frutería. Entras, escuchas a una parejita decirse las mismas tonterías que tú decías y se te antoja bastante deprimente y absurda. Como cosa rara, pasa rodando por el suelo una fruta anaranjada que luego de detener con el pie recoges; ahí es cuando te das cuenta de lo que es en verdad una naranja que, a propósito, decides llevarte para que al cancelarla te sorprenda que aun estando entera valga casi nada.
Regresas a tu casa, donde tu hermanito hecho un artista está pintando con una caja de 120 lápices de colores. Te le acercas, te sientas a la mesa en la que fabrica una maqueta del sistema solar e instintivamente tomas una figurilla.
– ¡Suéltala! –te dice en el acto. Antes de devolvérsela te percatas de que eso es lo más cercano y similar que has estado jamás de una estrella.
Se desbocan dentro de tu mente un sinfín de pensamientos, muy esclarecedores por cierto:
“Las medias naranjas son cosas realmente incompletas; a la hora de pintar ilusiones nadie sabe construir realidades; las relaciones son mágicas porque duran poco menos que nada; todos desconocen el significado de un “hasta siempre” porque lo mismo se refiere a una hora que a una semana; los orgasmos en absoluto tienen que ver con la pirotecnia; hay que tener cuidado de no ser tan estúpida como para enamorarse del primer imbécil que se vea puesto que, las estrellas te las muestran todos pero no te las baja cualquiera”.



Ésa vez el sol no irradió tu rostro
Y vi la tempestad asomarse por tus ojos
Lástima que tus lágrimas no me alcanzaran
Veía la lluvia caer por tu ventana y no pude pararla.
Si tan solo una gota de tu sentimiento me tocara
También estaría empapada mi mirada
Y entonces la soledad que rodeara tu semblante
Conseguiría compañía en la cual refugiarse.
Triste el no poder darte consuelo
Ver arrancar tu llanto sin hacerlo partir lejos
Sentirme tan seca cuando se inundan tus adentros
Saberme insensible ante tu sufrimiento.
Mientras en tu cielo abundan nubes grises
Permanezco inmóvil, ajena
Esperando que tus heridas cicatricen
Y me siento fútil, frustrada e inútil
En medio del agua que esclarece tus pupilas
Y que no logra desvanecer las mías.





El mundo ya tiene demasiadas imitaciones. Defienda la originalidad. Con la tecnología de Blogger.