Las personas odian las excusas, pero pasan la mitad de sus vidas utilizándolas para pedir  disculpas. Como decir “lo siento” no basta, es necesario dar una breve explicación del motivo de sus faltas. Y la verdad no es que sean muy provechosas, en el fondo no sirven para nada, pero tal parece que la gente queda más satisfecha al pronunciarlas o escucharlas.
El esposo entra a altas horas de la noche a su casa y su mujer sabe de sobra que no fue por asuntos de oficina, sin embargo ella espera que al abrir la puerta ese sea el motivo de su tardanza; y éste para no decepcionarla qué le dice: Discúlpame, mi amor, una reunión imprevista se presentó. Y claro que estuvo en una reunión, solo que en la tasca de la esquina en donde en lugar de trabajo abundaba alcohol.
El empleado llega tarde a su sitio de trabajo y va el jefe a pedirle razones de su corta ausencia, entonces el primero para no decir “soy un irresponsable que odia levantarse temprano” y dejarlo anonadado, va y le dice: Lo siento, jefe, es que había demasiado tráfico.
La chica quiere poner fin a su relación pero sin parecer la mala de la película, entonces le parece más acertado decirle a su pareja “Me siento asfixiada, necesito tiempo y espacio” en lugar de hacerle justicia a sus pensamientos y decir: No te soporto un día más, esto llegó hasta aquí.
Te invitan a una de esas tantas celebraciones a las que por todos los medios detestas ir y como temes mostrarte ofensivo al emitir un “no” cortante, vas y respondes con total desenfado: No tienes idea de lo que me encantaría ir, lástima que ya tenga un compromiso.
Y así vas, para cualquier situación que se presente tienes una perfecta excusa para de una u otra forma absolverte, lo curioso es que todos las han usado y escuchado tantas veces que ya nadie las cree. Te digo algo: No es más que mentir en vano, honestamente.

Una buena forma de evitarlas sería que cada quien perdiera ese miedo estúpido a herir con las palabras, que se olvidaran del qué pensarán de mí, y que dejaran de una vez por todas de pedir explicaciones cuando saben de antemano que le darán un argumento desechable. Esto último para ahorrarse la imagen mental de ver como alguien baja lentamente la palanca de un excusado para poder deshacerse de motivos falsos e inútiles. Porque lo sabes no, las excusas no sirven para una mierda y a fin de cuentas, toda la mierda se desecha. 





Báilame un tango al final del día,
De esos que duermen al pensamiento y despiertan al cuerpo
De esos que son más que movimiento.
Dime que me quieres con una caricia que bulla al son de la melodía
Que los labios callen, que la mente ceda
Que el alma reaccione, que las pasiones vuelvan
Antes de que todo se detenga.
Y revíveme con tu cercanía
Que tu aliento cansado haga pausa entre cada paso
Convertirnos en notas, ser marionetas del ritmo
Que nuestros poros lloren al sucumbir al sonido.
Y que la noche caiga al terminar la tonada
Que salgan las campanas a interrumpir la velada
El silencio pone en quieto a nuestra danza
La soledad comienza su batalla.
En la luna plateada se abre una brecha
Un suspiro guarda una esperanza ciega
Hace presencia el toque de queda
Y solo va a dejarnos horas muertas.


Adiós 21..




Irónico que baste solo una canción para recordar a una persona pero que al momento de olvidarla, tengas que escucharlas todas. Abatir tu cabeza con un montón de disonantes melodías estridentes, confusas y hasta desconocidas solo para intentar borrar a una. Agolpar tu cerebro con un millón de letras que, si son muy deprimentes, te hunden en la tristeza y si por el contrario, son alegres, te hacen desvariar, porque parece que no van en consonancia con tu estado anímico real.
Y cerrar los ojos, intentando que tu imaginación no visualice los momentos que el vaivén de la música reproduce en paralelo, a sabiendas de que solo te estas sumergiendo en ellos. Y prohibirle al corazón que se identifique con lo que suena, recriminarlo por ser tan enclenque como para dejarse abatir por sentimientos ajenos, condenarlo por ser tan idiota y caer de nuevo con los versos que cuentan una historia distante y, a veces, hasta falsa, que nada tiene que ver con él.
Y después culparlo. Culparlo por no ayudarnos a evadir el pasado y en cambio, revivirlo en cada nota; y mira tú que cosa tan tonta: ver a los recuerdos adornando cada estrofa para luego sonreírles. ¡Rayos! Quién iba a decir que olvidar sería así de difícil.
Sin embargo, sigues tu tortura; te destruyes al final de cada tonada esperando reconstruirte en la siguiente, deseando que quizá en la canción trescientas tanto tu memoria haya borrado algo, o al menos, que la música no te haga tanto daño.



¿Quieres caerle bien a todo el mundo? Muy fácil: nunca vayas al grano, si es posible usa filtros y di solo lo que quieran escuchar. Sí, ya sé, te convertirás en un hipócrita, pero no importa. Apreciarán lo bien que finges (aunque algunos no lo sepan) sin juzgar que mentir esté mal, porque a fin de cuentas en la sociedad a todos les molesta que les digas la verdad. Que no te incomode el usar máscaras, la gente se asusta cuando no las llevas pues, sabe bien que ese hecho puede romper sus caretas.


Vivimos rodeados de políticos con doble discurso, de líderes religiosos que hacen lo contrario a lo que profesan, de personas que disimulan lo que sienten y piensan, de una sociedad que finge ser perfecta.  Y así, todos somos hipócritas en una realidad de apariencias.


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