¿Dulce o Truco?

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Mis manos rabian por enredarse en su escote y mi boca babea por recorrer su piel. Los ojos, únicos privilegiados, me empiezan a arder cuando ella se despoja del brassiere. Estoy a punto de perder la apuesta, no del primero en acabar desnudo, sino de quién desnuda más al acabar. Todavía puedo darme el lujo de llevar los pantalones puestos, sin embargo me pregunto por cuánto tiempo habrán de soportar la presión de mi entrepierna sin hacerla evidente a través de la tela del blue jean.
Debí haberme decidido por “dulce”, puestos a elegir o comparar tentaciones a ellos soy con vasta diferencia inmune, pero otra vez me vuelvo marioneta de las ganas, el deseo y el morbo que rechaza con rotundidad la sensatez al atisbo de una curva femenina.
Para meternos en materia y resumir, ella consiente el placer si se le alegra el estómago y yo, si se me alegra la vista. No es de extrañar que ella esté más libre de prendas, aunque frecuentemente con la boca llena y yo, más vestido de lo que quisiera y con la boca echa agua por su culpa.
—De esta agua no beberás... —Susurra tal si adivinara el rumbo de mis pensamientos. Se relame un bocado maliciosa y yo, ya casi deshidratado por la sed que me provoca, le doy un sorbo al vaso de coñac. Se me forma un nudo en la garganta ante la visión de sus pechos bamboleándose y los movimientos perceptibles de mi manzana de Adán deben de enviarle señales de mi lucha interna. Sonríe a posta y sé que en silencio empieza a proclamar su victoria.
Vuelve a ser mi turno, pregunto si dulce o truco, mas a ésta regordeta no le apetece tanto verme desnudo como comer y va y se traga una cucharada entera del postre con un deleite solo comparable al tamaño de sus proporciones. A mí ya me comienza a morder de más el placer. Me pican en demasía las manos por encontrarse tan vacías cuando hay tanto con lo cual llenarlas a su alcance. La zurda, siempre preñada de malas intenciones, se rebela testaruda contra el frente delantero de mi verduga y es obligada a batirse en retirada con una rauda y contundente palmada de la zurda adversaria.
—Ca-ca —me reprende—. Mientras haya postre sobre la mesa el juego no se acaba.
—Gorda, no hagas trampa, es hasta que alguno se quede sin prendas y a ti nada más te queda la tanga.
—Dale, ahora inventa... ¿Vas a seguir mis reglas o las tuyas?
—Las tuyas, claro —convengo, calculando que siguiendo su pauta mis deseos conseguirán materializarse en menor tiempo. Solo queda un bocado del postre cuando me hace por enésima vez la pregunta y yo, no interesado en retrasar el asunto un turno más, decido cambiar por primera vez mi respuesta:
—Dulce.
Ante su mirada sorprendida me llevo el sobrante del postre a la boca, las órbitas parecen agrandársele a medida que mastico el pedazo de pastel. Está mejor de lo que creí, la crema se me adhiere al paladar, trazas de nueces o almendras rozan mis dientes y mi lengua se deshace complacida. Se me escapa un gemido de puro gusto y cuando termino de dar cuenta de tal delicia me percato de que, estupefacta, mi verduga me observa con los ojos en blanco.
— ¡Lambucio! ¡Ese pedazo era mío!
—Y todo lo que tú llevas ahí también... ¡Y ni siquiera me lo has dejado probar!
Replico sin sentirme culpable en tanto me aproximo dispuesto a darle a ella un buen mordisco. Da un paso atrás, levanta la diestra recriminadora con el índice como mensajero de su negativa. Me quedo plantado en el mismo sitio por unos minutos mientras la veo ir y volver de la cocina. Trae un vaso entre manos y, sin dejar entrever nada en su rostro, me lo ofrece.
—Ten, para la sed y el calor. Esta es la única agua de la que esta noche beberás.
Seria y resuelta me da la espalda, me abandona en la sala.
“¡No me lo puedo creer!”
Entretanto se bambolea hacia la habitación casi desnuda mi entrepierna eleva su queja, me arden no solo las manos por el deseo insatisfecho. Escucho al vaso de agua burlarse: “eso te pasa por comerte el dulce incorrecto”. Me desquito vaciándolo sobre mi cabeza.
Tarde me doy cuenta de que ni esa agua me bebí. Aunque para el calor y la sed... ni la ducha va a servir.






6 comentarios:

  1. ¡Pero bueno! ¿Cómo haces Fritzy para combinar sensualidad, humor, ironía y placer?
    Que me ha encantado, a partir de ahora miraré a las flacas con mucha pena por su falta de curvas.
    Una gorda deliciosa.

    Muchos besos Fritzy

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    1. ¡Jaja, Tara, mil gracias! Chica, tampoco me desdeñes a las flacas, no tendrán ellas la culpa...
      ¡Besotes para ti también! ;)

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  2. Un relato genial. Hay gordas realmente muy atractivas.Abrazo

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    1. Y para muestra... Jaja! ¡Muchas gracias, Betty!
      ¡Saludos y un abrazote! ;)

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  3. A mi también me gusta el sabor (no solo por lo dulce) que tienen tus relatos erotico-festivos, aunque en este caso, la fiesta terminó en agua de borrajas, ja ja. Me gusta el ritmo y, sobre todo, ese lenguaje tan rico (vaya, me saldrán estas palabras de forma inconsciente) y sugestivo... ¿Será la influencia caribeña?... No sé, pero tú eres única, sin duda.
    Un fuerte abrazo compañera

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    1. Jajaja, ¿te estás dejando seducir por estas tierras? Te ha debido de contagiar las palabras el relato, pero que no se entere la gorda, que ya sabes que no comparte bocado. Me alegra que lo hayas podido degustar y no hayas quedado picado como el protagonista del texto ;)
      ¡Gracias enormes, Isidoro! ¡Un abrazote!! :D

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